Año 2007 - 86 x 60 - Oleo con Marco
“Maniquí con tela turca”. Óleo 80 x 60 cm.
LO QUE TRAJE DE TURQUIA
Ya pasaron muchos años. Recuerdo que arrancamos por Estambul. Nos pareció todo mágico. Por supuesto visitamos la mezquita azul. Y Santa Sofía. Conocía bien su original estructura, que estudiamos en Arquitectura. Estambul tiene muchos rincones atractivos. Pero mejor que guiarse por mi descripción es leer a Oram Pamuk (premio nobel de literatura). Un paseo inolvidable fue caminar por la calle Tajsim. Comercios de lujo mostraban increíble telas y ropas. La calle no muy amplia es recorrida por un pintoresco tranvía. En telas y ropas Turquía es un líder mundial. No nos privamos de visitar un negocio que vendía alfombras. Cosas de las 1000 y una noches. Un empleado creyendo que éramos magnates exhibía la mercadería haciendo mil reverencias. Por supuesto que no pudimos comprar nada: ni ropa, ni alfombras, ni jarrones, de los cuales nos mostraron una variedad infinita de formas y decoraciones. Motivo milenario de poetas. En Estambul se mezclan la historia y la leyenda. Fue capital de Imperio Romano de Oriente. Conquistada por diversos pueblos. Sus férreas murallas resistieron muchísimos ataques. Finalmente Constantino XI murió resistiendo a Mehmet (Mahomet II). Y Constantinopla se convirtió en la futura Estambul y pasó a ser capital del Imperio Otomano. La ciudad fue siempre un lugar estratégico. El que la ocupaba tenía abiertas las puertas para conquistar Europa. Nos dimos el gusto de navegar por el Bósforo. Sobre ambas orillas se veían mansiones increíbles. Son propiedades sujetas a la nacionalidad turca. Y por ultimo no dirigimos a Capadocia. Imposible reflejar con palabras tantas maravillas. Centenares de elevaciones naturales de una rara forma: sobre un cono de tosca se alzan sombreros que sobresalen, de basalto, más duro. El conjunto simula una especie de hongo gigante. Todas estas formaciones están acribilladas de agujeros. Cada agujero es una entrada a una cueva. Hace más de mil años fueron habitadas por cristianos que huían de persecuciones. Pudimos visitar uno de estos refugios. La entrada estaba protegida por una enorme piedra redonda, una puerta digna de los Picapiedras y que sellaba la cueva contra los ataques. Adentro, un sinnúmero de niveles se comunicaban por unos incómodos peldaños. Unas mesadas planas sugerían ínfimas cocinas. No faltaba un ingenioso sistema de ventilación primitivo. En otra cueva nos llamo la atención un mural, supuestamente representando a un santo… con senos. Y finalmente volvimos y nos trajimos de Turquía inolvidables recuerdos, Y unas toallas y pequeños paños de tela. Decorados con colores y formas de gran belleza. Tome un pedazo de tela y simulé un maniquí. Me hace pensar que Lidia y yo viajamos en una alfombra mágica.
Año 2007 - 86 x 60 - Oleo con Marco
“Maniquí con tela turca”. Óleo 80 x 60 cm.
LO QUE TRAJE DE TURQUIA
Ya pasaron muchos años. Recuerdo que arrancamos por Estambul. Nos pareció todo mágico. Por supuesto visitamos la mezquita azul. Y Santa Sofía. Conocía bien su original estructura, que estudiamos en Arquitectura. Estambul tiene muchos rincones atractivos. Pero mejor que guiarse por mi descripción es leer a Oram Pamuk (premio nobel de literatura). Un paseo inolvidable fue caminar por la calle Tajsim. Comercios de lujo mostraban increíble telas y ropas. La calle no muy amplia es recorrida por un pintoresco tranvía. En telas y ropas Turquía es un líder mundial. No nos privamos de visitar un negocio que vendía alfombras. Cosas de las 1000 y una noches. Un empleado creyendo que éramos magnates exhibía la mercadería haciendo mil reverencias. Por supuesto que no pudimos comprar nada: ni ropa, ni alfombras, ni jarrones, de los cuales nos mostraron una variedad infinita de formas y decoraciones. Motivo milenario de poetas. En Estambul se mezclan la historia y la leyenda. Fue capital de Imperio Romano de Oriente. Conquistada por diversos pueblos. Sus férreas murallas resistieron muchísimos ataques. Finalmente Constantino XI murió resistiendo a Mehmet (Mahomet II). Y Constantinopla se convirtió en la futura Estambul y pasó a ser capital del Imperio Otomano. La ciudad fue siempre un lugar estratégico. El que la ocupaba tenía abiertas las puertas para conquistar Europa. Nos dimos el gusto de navegar por el Bósforo. Sobre ambas orillas se veían mansiones increíbles. Son propiedades sujetas a la nacionalidad turca. Y por ultimo no dirigimos a Capadocia. Imposible reflejar con palabras tantas maravillas. Centenares de elevaciones naturales de una rara forma: sobre un cono de tosca se alzan sombreros que sobresalen, de basalto, más duro. El conjunto simula una especie de hongo gigante. Todas estas formaciones están acribilladas de agujeros. Cada agujero es una entrada a una cueva. Hace más de mil años fueron habitadas por cristianos que huían de persecuciones. Pudimos visitar uno de estos refugios. La entrada estaba protegida por una enorme piedra redonda, una puerta digna de los Picapiedras y que sellaba la cueva contra los ataques. Adentro, un sinnúmero de niveles se comunicaban por unos incómodos peldaños. Unas mesadas planas sugerían ínfimas cocinas. No faltaba un ingenioso sistema de ventilación primitivo. En otra cueva nos llamo la atención un mural, supuestamente representando a un santo… con senos. Y finalmente volvimos y nos trajimos de Turquía inolvidables recuerdos, Y unas toallas y pequeños paños de tela. Decorados con colores y formas de gran belleza. Tome un pedazo de tela y simulé un maniquí. Me hace pensar que Lidia y yo viajamos en una alfombra mágica.